viernes, 3 de febrero de 2012

Malos tiempos para princesas encantadas.


Cuando ya estaba en el vientre, su madre ya sabía que sería una princesa. Cuando nació, le llamó Darinka (princesa en checoslovaco). Su tez era blanca como la nieve, su piel suave como la seda, sus ojos azules como el mar, sus labios rojos como el rubí y sus cabellos rubios como el oro. Darinka, no sólo era el nombre de una princesa, sino que había nacido con un don; el don de ser niña para siempre.

La pequeña princesa, no vivía en el mayor de los castillos, su casa no era demasiado grande, pero su padre le había construido una torreta donde instalaron su habitación. Desde ella, Darinka tenía la mejor de las vistas, y sus mejores sueños. Desde su pequeña ventana su imaginación volaba al igual que las hojas vuelan con el viento en otoño; viajaba a través de su mente, a través del tiempo, para reencontrarse con su príncipe encantado. Había leído tanto sobre princesas, sobre príncipes, que se enamoraba una y otra vez del apuesto joven que tantas veces había dibujado en su mente; y sólo a través de su imaginación, la pequeña princesita, se podía olvidar de su don y de la triste realidad con la que se encontraba cada vez que sus piececitos salían de las cuatro paredes de su habitación,  y que le obligaba a bajar de las nubes.

Una fría mañana, mientras asomaba sus ojitos azules aún medio cerrados por el sueño, a través de la ventana; se encontró con él, su príncipe azul; (bueno, o si no era el, se parecía bastante). Darinka, se había enamorado, pero esta vez, sin necesidad de soñar, era real. Cada mañana, programaba el despertador para la misma hora y corría hacia su ventana para reencontrase con su príncipe, con el amor de sus sueños, de su vida. Así Darinka pasó meses, hasta que se armó de valor y decidió conocerlo personalmente. – Estoy harta de los libros de fantasía, tengo 16 años, ya soy mayor. Hoy voy a conocer a mi amor (se repitió una y otra vez). Esa mañana, se levantó con los ojos más abiertos que nunca, se puso su mejor vestido, peinó su cabello rubio con suma delicadeza, y cogió prestado de su madre, un labial rojo, que aún destacaba más su pálida tez. Bajó las escaleras de dos en dos, tomó apresuradamente su vaso de leche y corrió hacia donde le esperaba su príncipe azul. Pero antes de que los pequeños pies de Darinka alcanzasen  su objetivo; el príncipe se giró hacia ella,  cruzaron miradas, mientras este se acercaba cada vez más, tanto que pasó por su lado sin apenas mirarla. Y allí estaba ella, la bruja de los cuentos que cada vez que pisaba la realidad, le hacía recordar que no podía desprenderse tan fácilmente de su gran don, “el de ser niña para siempre”.




3 comentarios:

  1. Querida Mariña, me encantan tus relatos y como los vistes. No espero que compartas mis ideas y no me gustan las opiniones unánimes o uniformes en las personas, pues sería un signo de que vamos perdiendo libertad. Cuando hago una entrada, lo que espero es que alguien me contradiga con coherencia mis opiniones. En la mayor parte de las ocasiones, lo que escribo es lo que pienso, en otras es un mero comentario de algo que he visto en la prensa y me guardo en parte mi opinión, pero lo que si desearía, es que en el blog, el que escriba lo haga reflejando su forma de pensar, pues lo que deseo es que sea una ventana, como por la cual la princesa de tu relato veía cada día a su príncipe.
    Sabes Mariña, con el tiempo suele ocurrir que muchas de las ideas que una persona tiene desde joven, con la madurez y la experiencia en la vida, te das cuenta como la princesa que no podía dejar de ser niña, que aquello en lo que creías, se queda en eso en creencias o utopías, y que la vida es más cruel y la realidad más dañina. Yo se que es un aborto, y mi esposa mejor que yo, aunque no deseado y fue casual, fue un aborto, no sólo se rompe una vida, si no, toda una ilusión. No soy partidario del aborto, pero eso no significa que si una mujer, se viera que en su vientre lleva una vida, que no va a ser tal por las taras que pueda sufrir, y su posición social no le facilite las cosas para darle una oportunidad a esa vida, que incluso pudiera ser aún peor, se plantee la opción del aborto, pues un problema se ve de distinta forma dependiendo de la posición que ocupa uno en la vida. Pero mira Mariña, para esa madre es un dilema y algo que le acompañará toda su vida y no le será fácil, tome la decisión que tome, es de tal envergadura que siempre habrá alguien que la critique y que le eche en cara que se equivocó.
    Si has escuchado la canción de Nena Daconte, en parte se puede comprender, cuando dice “no se que parte de mí se quedo contigo”. Mira si es duro un aborto, que mi hija con cinco o seis años decía que tenía un hermanito y eso que tenia dos cuando sucedió, yo aún recuerdo cada día que mi hijo no está conmigo.
    Mi hija tuvo que hacer una trabajo sobre un cantante y una canción del mismo, mira por donde, eligió a Nena Daconte y la canción “tenía tanto que darte” supe entonces que esa chica sufrió un aborto, en las misma fechas y mismo mes que mi esposa, no se por qué mi hija escogió esa canción, tal vez porque se identificaba con ella y le faltaba su hermano. Buenas noches y ahí lo dejo………

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  2. Tirso, Darinka tiene Síndrome Down, y está condenada socialmente a "ser una niña para siempre" (Eso es lo que quiere decir más o menos este minicuento).

    Por otro lado, ahora te contesto en tu blog, a lo que escribiste en el mismo, sobre el aborto; porque aquí, entre Darinka, tu hija y Nena Daconte...tengo un lío que ya no sé ni quien es quien. jajajaja.

    Un saludo

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  3. Darinka es una niña y está condenada a ser siempre una niña. Pero sueña y eso no se lo quita nadie, y en sus sueños, a pesar de padecer el síndrome de Down es una niña cualquiera, como cualquier otro niño sueña y eso le da una independencia que tal vez en su vida real no la tenga completa. No son ellos los que tienen que salir de su mundo, sino, los demás son los que tienen que tener arrojo para entrar en el de ellos.
    Para Darinka, que nunca deje de soñar.

    Anoche cuando dormía
    soñé, ¡bendita ilusión!,
    que una fontana fluía
    dentro de mi corazón.

    Di, ¿por qué acequia escondida,
    agua, vienes hasta mí,
    manantial de nueva vida
    de donde nunca bebí?

    Anoche cuando dormía
    soñé, ¡bendita ilusión!,
    que una colmena tenía
    dentro de mi corazón;

    y las doradas abejas
    iban fabricando en él,
    con las amarguras viejas
    blanca cera y dulce miel.

    Anoche cuando dormía
    soñé, ¡bendita ilusión!,
    que un ardiente sol lucía
    dentro de mi corazón.

    Era ardiente porque daba
    calores de rojo hogar,
    y era sol porque alumbraba
    y porque hacía llorar.

    Anoche cuando dormía
    soñé, ¡bendita ilusión!,
    que era Dios lo que tenía
    dentro de mi corazón.

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