sábado, 17 de noviembre de 2012

El último café (por él)

El último café.

(Por él)
Ella lo fue todo. Nunca antes me había enamorado, esa palabra no existía dentro de mi vocabulario, esa palabra no era para un hombre. No creía en la gente ni siquiera en la amistad. Estaba perdido, aislado, todo me daba igual, no había luz después de cada tormenta. La vida me había dado muchos fracasos, demasiados, que ya no podría soportar uno más. Pero al final del túnel, cuando estaba a punto de tocar fondo, aparece ella, aparece el sol y la mayor de las estrellas. Aparece su sonrisa que todo lo borra, su mirada, sus ojos verdes, su mano agarrando la mía con firmeza. Sin duda, la mujer de mi vida, aquella en la que nunca había creído.
La hecho tanto de menos, que mi alma está desgarrada y mi corazón hecho añicos. Sus palabras “Vete, ya no te quiero”, me acompañan cada minuto del día. Qué nos había pasado, ¿qué podía haber roto una relación tan perfecta o tan imperfecta pero tan nuestra?.  Miro sus fotos, nuestras fotos, mientras huelo el café que está a punto de hacerse, ese olor tan profundo y que me recuerda tanto a ella, sin embargo, el sabor ya no es el mismo, es más amargo y el sabor menos intenso. Me sorprendo sonriendo mientras recuerdo esas miradas tan cómplices y esa sonrisa que siempre nos acompañaba, pero el ruido de la cafetera me devuelve a la realidad, y me hace sentir solo, vacío.
Después de ella no hay nadie, nunca la hubo, cuando pruebas un café que de verdad te gusta y además te envuelve su aroma, todos los demás te parecen mediocres. No sé porque le hice creer que la había, quizás por despecho o para aparentar menos dolor del que siento. En cambio la necesito, y la necesito como nunca podría haber llegado a imaginar. Es como si dentro de ese piso se hubiera quedado una parte de mí y no pudiera hacer nada por recuperarla. Me he llevado conmigo todo el equipaje, pero mi vida se me había olvidado recogerla, se ha quedado allí con ella. He soñado miles de veces que esto nunca había pasado, que sigue a mi lado, pero al despertarme siempre acabo abrazado a una fría almohada y ahogado de soledad y desesperación.
De repente, suena el móvil, esa melodía que llevaba meses esperando. Tembloroso cojo la llamada y oigo un tímido “te quiero, te echo de menos”. Sin que apenas pueda contestarle, me cuelga y me quedo anonadado, sin palabras, con el teléfono pegado a mi oreja, a mi alma. Sin pensarlo, devuelvo la llamada, y recupero mi equipaje, mi vida, aquella que había perdido un frío día de verano. Recupero el sabor del café, el aroma, recupero el caluroso invierno, mi sonrisa, nuestra sonrisa. Porque desde que nos conocimos siempre hemos sido dos. Dos cafés con aromas diferentes, pero igual de intensos.
Estoy en su cocina, me dispongo a preparar café, la miro, sonrío, acaricio su media melena mientras no dejamos de sonreír. Aquí es donde debo estar, donde quiero estar. Perdido en su melodía, bailando con su aroma y  saboreando mi vida, nuestra vida.

lunes, 12 de noviembre de 2012

A Coruña



O mar, esas ondas que atrapan soños, bailando ao son do zumbido do vento e baixo ese ceo estrelado que todo o compre. Esa choiva que te empapa, que te cala de sentimentos, de emocións que se distribuen a través de cada pinga. Eres cada rúa de pedra nas que tantas veces me perdín e outras tantas me atopei nunha mistura de alegrías e penas; enmeigada de sentimentos que só ti sabes darme. Esas rúas cargadas de paseos interminables, de recontros con recunchos polos que pasei tantas veces, e que sempre tiñan algo que contarme.

Camiño contigo collida da man, esperando que nunca me soltes, que nunca me olvides. Camiñamos xuntas dende que os meus ollos se fundiron en ti, dende que me acolliches baixo os teus xardíns e me bañache no berce das tuas olas.

Ti... Eres a cidade que enmeiga os meus soños, atrapados baixo este ceo gris. Eres a cidade que ilumiña todos os meus recordos e que todos eles quedan reflectados no porto, baixo ese tímido sol de outono e esas fortes chuvias do mes de Abril. Eres a lúa observándome baixo a oscuridade, a luz da Torre de Hércules que alumiña as noites máis oscuras. Eres cada nota que pon banda sonora aos mellores recordos da miña vida.


A Coruña, nunca deixes de bailar conmigo, nunca deixes de soar para min...


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El mar, esas olas que atrapan sueños, bailando al sonido del zumbido del viento y bajo ese cielo estrellado que todo lo cumple. Esa lluvia que te empapa, que te cala de sentimientos, de emociones que se distribuyen a través de cada gota.
Eres cada calle de piedra en las que tantas veces me he perdido y otras tantas me he encontrado, en una mezcla de alegrías y penas. Embrujada de sentimientos que solo tu sabes darme. Esas calles cargadas de paseos interminables, de reencuentros con recobecos por los que he pasado tantas veces y que siempre tenían algo que contarme.
Camino contigo cogida de la mano, esperando que nunca me sueltes, que nunca me olvides. Caminamos juntas desde que mis ojos se fundieron en ti, desde que me acogiste bajo tus jardines y me bañaste en la cuna de tus olas.
Eres la ciudad que embruja mis sueños, atrapados bajo este cielo gris. Eres la ciudad que ilumina todos mis recuerdos y que todos ellos se ven reflejados en  el puerto y bajo ese tímido sol de otoño y esas fuertes lluvias del mes de abril.
Eres la luna observándome bajo la oscuridad, a la luz de la Torre de Hércules que iluminan las noches más oscuras, eres cada nota que pone banda sonora a los mejores recuerdos de mi vida.
A Coruña, nunca dejes de bailar conmigo, nunca dejes de sonar para mi.