lunes, 8 de octubre de 2012

El último café...


El último café.

(Por ella)

Estoy bebiendo mi último café, la añoranza del aroma me inunda en lo más profundo y me bloquea. Sus ojos tan fríos y su mirada tan calurosa me rodea y un escalofrío recorre mi cuerpo. Allí estábamos los dos, frente a frente, saboreando un café en una fría tarde de otoño, saboreando el momento, la imagen acompañada de sus palabras rebotan una y otra vez en mi cabeza y me llevan a ese lugar donde empezó todo. Que tendría ese café, tan oscuro, tan amargo, pero tan sabroso, tan intenso. Algo que te engancha y no te suelta, o que te suelta, pero te aferras a ello como si el mundo se acabara, como si los días y las horas se hicieran cortos. Estábamos hechos el uno para el otro, éramos como dos cafés de intensidades diferentes, pero únicos, de esos cafés que huelen antes de hacerse, que te imaginas su sabor antes de probarlo. Así era nuestra relación, tan distinta pero tan perfecta a la vez. Creo que la mejor que he tenido, o la única entre tantas.

Le quiero tanto, que cada sorbo de este último café, me está destrozando por dentro, avivando mis recuerdos, que aunque muchas veces parecen cenizas, esa llama  de vez en cuando se enciende, y me quema por dentro. ¿Por qué acabó todo? ¿Por qué lo dejé escapar?. Por mucho que busco una respuesta, no logro encontrarla y eso me hace daño. En él, encontraba al amor de mi vida, el hombre que hacía que cada día fuera especial, que cada día fuera único; los días malos se convertían en mejores cuando me miraba y me regalaba una sonrisa. Cuando rozaba el suelo era fácil levantarse porque su mano siempre estaba ahí para ayudarme a levantarme; cada vez que un problema inundaba mi mente, ahí estaba el, ahí estaba esa taza de café que me hacía sentir única y afortunada.
Ahora mi mayor problema es él, o que ya no está. Es curioso como una fría tarde de otoño podía ser la más calurosa y un claro día de verano, el peor de las tormentas invernales. Te necesito tanto, que el recuerdo de esa puerta cerrándose de un golpe seco al marcharte,  me rompe en pedazos.  Ese café que tantas veces hacíamos nuestro, ahora también es de otra. Ojalá todos los cafés del mundo fueran míos, y ese sabor tan intenso no lo pudiera probar nadie más.
¿Qué es de mi vida ahora que ya no estás? Doy otro sorbo al café, y pienso que mi vida ya no me pertenece, que se ha ido con el equipaje que te has llevado y se ha quedado de puertas para fuera al oír cerrarse la puerta por última vez.
Le quiero tanto, lo siento tanto… Siento haberle dicho cada palabra que no sentía, siento haberle dicho que no le quería cuando mi ser lo deseaba con todas sus fuerzas. Pero a veces, la vida es complicada, la hacemos complicada, y cuando entramos en ese torbellino, es difícil salir. El ser humano es complicado por naturaleza, nacemos para darle vueltas a las cosas fáciles y hacerlas difíciles. Hecho de menos tus palabras de calma, tus besos que secaban mis lágrimas. Doy otro sorbo al café y veo que se acaba, veo el fondo de la taza y no puedo evitar llorar. Antes eso no era un problema, si se acababa el café siempre me hacías otro y la taza volvía a estar llena. ¿Qué ha sido de mi vida?, de nuestra vida… creo que el tiempo se me acaba a la vez que termino el café.
Cojo el móvil, busco tu número, jamás he tenido el valor de borrarlo, aunque para que me voy a engañar, aunque lo hubiera hecho, hubiera podido marcarlo de memoria. Mis dedos tiemblan a la vez que marcan los nueve números y cuando le doy al botón de llamada, no dejo pasar un segundo y cuelgo. No puedo hacerlo, pudo haberse quedado y ahora no me sentiría tan sola, tan vacía… miro mi taza del café y pienso en que no podría soportar tomarme otro sola. Cojo de nuevo el teléfono, y vuelvo a marcar los nueve números, me da un tono, dos, tres, cuatro…nada…pero cuando estoy a punto de colgar, lo oigo a él, es su voz y suena con un vacío… -“hola… “. Me tiemblan los labios y siento que estoy a punto de llorar, pero ellos, traidores, sueltan un -“te quiero”, “te hecho de menos”. Y antes de que puedan seguir traicionándome, cuelgo. ¡Qué he hecho!, ¡no debía haberle llamado! ¡ No debía haberle dejado irse, no debí separarme de sus brazos nunca!. Pero antes de que pudiera torturarme con más preguntas, mi móvil suena… ¡¡¡es él!!, la pantalla todavía pone “amor” a la vez que la luz parpadea. Descuelgo y su dulce voz suena al otro lado, -“yo también te he echado de menos”…

[Continuará]


2 comentarios:

  1. Querida amiga, todo dependen del café y si es natural, torrefacto, mezcla o descafeinado.
    A menudo el café nos sorprende o no hay quien lo digiera.
    Como te veo muy romanticona, cómprate un libro de John Donne.
    Cuando lo leas verás lo desgarrador que puede llegar a ser el mundo de los sentidos y sentimientos.
    Un saludo guapa y ya estoy esperando otro.........

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  2. Estoy mirando un poco por internet a ver que ha escrito John Donne (ya que no lo conocía), y lo que estoy leyendo, me está gustando. Gracias!

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