domingo, 1 de julio de 2012

Hasta que la muerte nos separe

Te levantas dando tumbos,  según el calendario ya  ha pasado un año, pero para ti, parece que fue ayer. Voces retumban en tú cabeza, quizás por todo lo que has bebido la noche pasada, o por todo lo que bebes últimamente. Evitas mirarte al espejo mientras te peinas, consciente de esas ojeras que hunden tu cara,  haciendo de ella todo un mar de pena. Te preparas un café, a la vez que enciendes la radio. Suena una canción de fondo… mierda,  suena tu  canción, vuestra canción. Aquella que tantas veces  habías escuchado, y la que ahora, detestas con todas tus fuerzas. Aquellos eran tiempos mejores, tiempos, en los que tu corazón todavía latía al compás de cada nota. Ahora, las notas se cuelan por tu cuerpo, y apuñalan tu corazón, haciéndolo mil pedazos.
 Sin quererlo, te evades,  recuerdas como os conocisteis, cuando, donde, y que  supiste que sería el hombre de tu vida. Sus ojos se clavaron en ti, y aún hoy en día, no han dejado de hacerlo. - Maldita  mirada, piensas. Sigue sonando la canción, saboreas el café, y sin apenas darte cuenta, estás llorando. Sin embargo, el sonido del teléfono te despierta y recuerdas aquella terrible llamada, pero esta vez no es él, es tu amiga preocupada por tu salud. - "¡Es prácticamente imposible que puedas vivir sin ver la luz del día! ¡Salgamos a dar un paseo!¡ Vámonos de compras! te dice eufórica". - "Quizás mañana, le contestas, hoy estoy demasiado cansada". Sin apenas acabar de pronunciar las palabras, cuelgas el teléfono de golpe, te quema.
 Te evades de nuevo y recuerdas aquellas últimas palabras, - “Te amo desde el primer día y te seguiré amando aunque mi corazón deje de latir”.  Ni siquiera habías podido responderle, cuando una voz desconocida continúa la conversación. – “La misión en Afganistán está siendo un fracaso. Unos talibanes le dispararon” dice la voz en tono entrecortado. “Él, quiso hablar contigo… antes de… de… morirse”. Su, su… pareja, acaba de fallecer. Lo siento mucho”. “Él siempre hablaba de ti, de que esta sería la última…”. De repente la voz desconocida, se pone a llorar. Y tú, sin darte cuenta, estás en el suelo, sin poder hablar, sin poder moverte, sin querer vivir. Te pellizcas para saber si es real, a la vez que te apresuras a llamarlo. Lo llamas, una y cien veces, un tono, otro tono… hasta que el teléfono se apaga. Ya no hay señal, ni la habrá nunca, su teléfono, a la par que su corazón, se apagaría para siempre.
Todavía incrédula, enciendes la televisión y… “muere un militar español tiroteado en Afganistán. Se trata del sargento primero….” Y en ese momento dicen su nombre… Tu corazón se parte, y tú te mueres con él, aunque sigas respirando. Desde ese fatídico día no hay un segundo que no te acuerdes de él y de sus últimas palabras –“Te amo desde el primer día y te seguiré amando aunque mi corazón deje de latir”. Y tenía razón, tu corazón está roto y aun así lo sigues queriendo. No sabes cómo has podido sobrevivir al funeral, a la semana después… en realidad no sabes cómo has podido sobrevivir desde entonces.
            Cuando lo conociste no te importaba que fuera militar, pero si lo hizo cuando te enamoraste, los primeros meses de su ausencia y todos los que vinieron después. Empezaste a odiar las misiones y a enamorarte de esa promesa que te hizo una vez y que no había llegado a cumplir. “Por ti, lo dejaré todo. Mi mayor misión es estar contigo”. – “Embustero, piensas. Me dejaste sola.”
Quedaban tres meses para vuestra boda y tú tachabas los días en el calendario para que acabara toda la pesadilla, estaba a punto de terminar la misión, solo quedaban tres días, tu felicidad todavía brotaba en tu rostro, y todavía sabías lo que era sonreír; en tres días estaríais juntos de nuevo, lo abrazarías y nunca jamás, volveríais a separaros. Justi en ese momento, recuerdas que el vestido de novia todavía cuelga en el armario, le quitas la funda y te lo pruebas, te queda grande, - “ya no luce como antes”,  piensas. Te  miras al espejo, y te imaginas caminando hacia el altar, pero cuando intentas cogerle la mano, el sueño se esfuma. Recuerdas que todavía debes tener alguna pastilla de antes de que los médicos te dieran por imposible. Abres el cajón, ese cajón que no tocabas desde hace un año, coges su traje de militar, junto a él una medalla que le dieron el día de su funeral. – “De que sirve ya esto”, piensas a la vez que la lanzas a la basura.
 Hueles su uniforme, todavía huele a él; lo abrazas a la vez que ingieres el bote de pastillas. “Hasta que la muerte nos separe.”- Piensas y entonces el teléfono suena, lo oyes de fondo pero ya no te quedan fuerzas para cogerlo. Era tu amiga, para asegurarse de que todavía seguías viva, pero en realidad, llevabas muerta desde hace un año, justo desde el día que escuchaste esa maldita frase.
 Tu corazón ya estaba parado,  hoy simplemente, habías dejado de respirar.
Pic. Benjamin Lacombe

3 comentarios:

  1. Mariña...acabas de deixarme moi mal eh...ufffffff

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  2. Non sei porqué, ultimamente, matos a todos...

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  3. Tal vez el remedio más eficaz para la pena y la frustración sea vivir cada momento.
    Cuando vives pensando en lo feliz que puedes llegar a ser, te olvidas de serlo.
    Llegamos a ser conscientes de lo cruel que puede llegar a ser la vida o la realidad cuando se nos rasgan los sueños.
    Cuando uno mantiene la felicidad en cada acto que hace con la persona a la que ama, o disfruta de un efímero pensamiento al pensar en el ser querido que tiene lejos, cuando éste falta los recuerdos felices mantienen viva esa llama que encendiste un día.
    Para tener recuerdos felices hay que tenerlos y no desearlos, porque puede haber algún momento en la vida que te falte alguien en el que pensar.

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