El último café.
(Por ella)
Estoy bebiendo mi último café, la
añoranza del aroma me inunda en lo más profundo y me bloquea. Sus ojos tan
fríos y su mirada tan calurosa me rodea y un escalofrío recorre mi cuerpo. Allí
estábamos los dos, frente a frente, saboreando un café en una fría tarde de
otoño, saboreando el momento, la imagen acompañada de sus palabras rebotan una
y otra vez en mi cabeza y me llevan a ese lugar donde empezó todo. Que tendría
ese café, tan oscuro, tan amargo, pero tan sabroso, tan intenso. Algo que te
engancha y no te suelta, o que te suelta, pero te aferras a ello como si el
mundo se acabara, como si los días y las horas se hicieran cortos. Estábamos
hechos el uno para el otro, éramos como dos cafés de intensidades diferentes,
pero únicos, de esos cafés que huelen antes de hacerse, que te imaginas su
sabor antes de probarlo. Así era nuestra relación, tan distinta pero tan
perfecta a la vez. Creo que la mejor que he tenido, o la única entre tantas.
Le quiero tanto, que cada sorbo de este
último café, me está destrozando por dentro, avivando mis recuerdos, que aunque
muchas veces parecen cenizas, esa llama de vez en cuando se enciende, y me quema por
dentro. ¿Por qué acabó todo? ¿Por qué lo dejé escapar?. Por mucho que busco una
respuesta, no logro encontrarla y eso me hace daño. En él, encontraba al amor
de mi vida, el hombre que hacía que cada día fuera especial, que cada día fuera
único; los días malos se convertían en mejores cuando me miraba y me regalaba
una sonrisa. Cuando rozaba el suelo era fácil levantarse porque su mano siempre
estaba ahí para ayudarme a levantarme; cada vez que un problema inundaba mi
mente, ahí estaba el, ahí estaba esa taza de café que me hacía sentir única y
afortunada.
Ahora mi mayor problema es él, o que ya no está. Es
curioso como una fría tarde de otoño podía ser la más calurosa y un claro día
de verano, el peor de las tormentas invernales. Te necesito tanto, que el
recuerdo de esa puerta cerrándose de un golpe seco al marcharte, me rompe en pedazos. Ese café que tantas veces hacíamos nuestro,
ahora también es de otra. Ojalá todos los cafés del mundo fueran míos, y ese
sabor tan intenso no lo pudiera probar nadie más.
¿Qué es de mi vida ahora que ya no estás? Doy otro
sorbo al café, y pienso que mi vida ya no me pertenece, que se ha ido con el
equipaje que te has llevado y se ha quedado de puertas para fuera al oír
cerrarse la puerta por última vez.
Le quiero tanto, lo siento tanto… Siento haberle
dicho cada palabra que no sentía, siento haberle dicho que no le quería cuando
mi ser lo deseaba con todas sus fuerzas. Pero a veces, la vida es complicada,
la hacemos complicada, y cuando entramos en ese torbellino, es difícil salir.
El ser humano es complicado por naturaleza, nacemos para darle vueltas a las cosas
fáciles y hacerlas difíciles. Hecho de menos tus palabras de calma, tus besos
que secaban mis lágrimas. Doy otro sorbo al café y veo que se acaba, veo el
fondo de la taza y no puedo evitar llorar. Antes eso no era un problema, si se
acababa el café siempre me hacías otro y la taza volvía a estar llena. ¿Qué ha
sido de mi vida?, de nuestra vida… creo que el tiempo se me acaba a la vez que
termino el café.
Cojo el móvil, busco tu número, jamás he tenido el
valor de borrarlo, aunque para que me voy a engañar, aunque lo hubiera hecho,
hubiera podido marcarlo de memoria. Mis dedos tiemblan a la vez que marcan los
nueve números y cuando le doy al botón de llamada, no dejo pasar un segundo y
cuelgo. No puedo hacerlo, pudo haberse quedado y ahora no me sentiría tan sola,
tan vacía… miro mi taza del café y pienso en que no podría soportar tomarme
otro sola. Cojo de nuevo el teléfono, y vuelvo a marcar los nueve números, me
da un tono, dos, tres, cuatro…nada…pero cuando estoy a punto de colgar, lo oigo
a él, es su voz y suena con un vacío… -“hola… “. Me tiemblan los labios y
siento que estoy a punto de llorar, pero ellos, traidores, sueltan un -“te
quiero”, “te hecho de menos”. Y antes de que puedan seguir traicionándome,
cuelgo. ¡Qué he hecho!, ¡no debía haberle llamado! ¡ No debía haberle dejado
irse, no debí separarme de sus brazos nunca!. Pero antes de que pudiera
torturarme con más preguntas, mi móvil suena… ¡¡¡es él!!, la pantalla todavía
pone “amor” a la vez que la luz parpadea. Descuelgo y su dulce voz suena al
otro lado, -“yo también te he echado de menos”…
[Continuará]