Solo había luz en sus ojos, su mirada era ese faro que me alumbraba en
las noches más oscuras y en los días más grises. Su sonrisa era vida, era como si el mundo se parara
y se concentrara en solo un segundo. Ella era, ese brazo que nunca te abandona,
esa mano que te acompaña y que no deja que estés solo.
Nos prometimos amor eterno, aunque lo nuestro es
más que eso, ella es mi compañera, mi mujer, mi amante, toda mi vida. La miro,
y arranco una sonrisa de esas empañadas de dolor y lágrimas, pienso en todo lo
que fuimos, lo que somos, y en todo lo que me arrebatarán cuando ella ya no
esté. Siento como el dolor me desgarra por dentro, pero tengo que ser fuerte,
ella lo es, lleva siéndolo durante todo un año. Prometimos envejecer juntos y
de repente deseo que los años me golpeen de repente y me lleven con ella. ¿Qué
voy a hacer sin mi luz, sin ese faro que alumbraba mi soledad?. Pienso que a nuestra historia le quedan días,
quizás horas; la miro y veo como la luz de sus ojos se apaga y la media sonrisa
que me regala, se ahoga en el dolor de la dura realidad.
No puedo vivir sin ella, no quiero
vivir sin ella, somos jóvenes y toda mi vida me parece un infierno si ella no
está a mi lado. Cojo su mano, me trago mis propias lágrimas y rezo para
despertar de esta pesadilla, rezo para que el cáncer no se lleve toda mi vida,
pero es demasiado tarde. Maldigo todas las veces que nos enfadamos, todos los
momentos que no hemos disfrutado y todos los besos que dejamos de darnos,
porque teníamos todo el tiempo del mundo, y ahora el mundo se vuelve efímero y
el tiempo se vuelve losa. Estas cuatro paredes me destrozan y el ruido del
reloj me ahoga, -tic, tac –tic-tac. Los
días pasan, las noches las paso en vela y el reloj no se detiene –tic-tac,
-tic- tac . La luz se apaga, mi luz se apaga… y toda mi vida se queda sumida en la tristeza,
atrapada en los días grises y en las noches más oscuras.
Imagen: Benjamin Lacombe